20 AÑOS DE EMPATÍA SOCIAL


Es imposible condensar en unas pocas líneas mis reflexiones personales sobre los veinte años de vida de la Fundación Atapuerca, pero sí puedo decir que he acumulado muchísimos recuerdos y vivencias y también muchas emociones positivas gracias a ella. Esto es debido a que el proyecto científico para el que nació y para el que va a seguir trabajando no deja indiferente a nadie. Todos los que hemos participado en estas dos décadas de la Fundación hemos visto cómo ha cambiado nuestra forma de ver la vida, dado que ha ampliado nuestra perspectiva temporal de la historia. Esa cualidad transformadora de las personas es algo que caracteriza al Proyecto Atapuerca y que explica el éxito de esta Fundación, que es la Fundación del Proyecto Atapuerca, porque de esa cualidad nace la empatía social que se genera a su alrededor.

Siempre repetimos que para construir el futuro es imprescindible conocer el pasado, y hacerlo con la máxima objetividad posible, depurando las impurezas y adulteraciones con las que la política, desde tiempo inmemorial, reescribe la historia en una u otra dirección. Por eso tiene tanto atractivo y relevancia una investigación completamente científica de la historia de la humanidad, anterior a nuestros condicionantes sociales, culturales e ideológicos. Eso ?como un chorro de aire sin contaminar? es lo que nos aporta el Proyecto Atapuerca, y lo que dota de una base social tan sólida a la Fundación.

Y es por eso por lo que la Fundación, estoy plenamente convencido de ello, sobrevivirá a los que la fundamos hace ya más de veinte años: porque seguirá siendo un instrumento útil para el Proyecto Atapuerca. Del mismo modo, este proyecto, sustentado en la extraordinaria fertilidad científica de los yacimientos de la sierra de Atapuerca, sobrevivirá al excepcional Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA), que ha crecido y se ha desarrollado como un ser vivo desde hace más de cuarenta años.

Las personas pasaremos, e incluso pasarán grupos tan potentes como el EIA. Pero la riqueza científica de Atapuerca seguirá generando nuevos equipos, cada vez más internacionales, para estudiar esa riqueza desde perspectivas tal vez muy distintas a las actuales, y quizá con nuevos enfoques que no imaginamos, pero sin duda con nuevos métodos y nuevas tecnologías. Aun así, mientras la sociedad humana siga organizada de forma similar a la actual, seguirá siendo útil ?y por ello necesaria? una estructura como la de la Fundación, siempre que adopte su propia evolución como elemento esencial de su naturaleza. Eso exige que cultive para sí misma la máxima flexibilidad y versatilidad, y eso es precisamente lo que deseo para las próximas décadas de la Fundación. Así podrá continuar siendo útil como soporte de un proyecto científico de rango mundial, que va a seguir durante mucho tiempo desvelándonos claves sorprendentes de nuestro pasado remoto.

Para Burgos, para Castilla y León y para España, es una suerte extraordinaria que estos yacimientos (los conocidos y los que aún no conocemos) estén en nuestro territorio. Porque eso nos sitúa en el foco del interés científico mundial, y en polo de atracción para investigadores científicos de primer nivel internacional. Y esas circunstancias se configuran como motores no deslocalizables de desarrollo local, con repercusiones económicas favorables para quienes habitamos en Burgos, en Castilla y León y en España. Por eso, la consolidación de la Fundación Atapuerca es también la del Proyecto Atapuerca, y en consecuencia todos debemos asumir nuestra cuota de responsabilidad en el futuro de ambas.

La excepcionalidad de Atapuerca y su capacidad para transformar la forma de pensar de las personas es lo que ha generado a su alrededor el apoyo constante de la sociedad. Esa empatía social es la clave de la independencia y la capacidad operativa de la Fundación, que a su vez es el eje de lo que se ha dado en llamar el modelo Atapuerca de gestión del patrimonio científico y cultural.

Por todo ello, desde estas líneas pido que ?por egoísmo, por nuestro propio interés? todos arrimemos el hombro para que se mantenga, crezca y se multiplique el apoyo de la sociedad a la Fundación Atapuerca, que ya se viene materializando en el soporte económico que le prestan algunas de las empresas más responsables del sector privado, pero también algunas instituciones públicas de nuestro ámbito más próximo.

Desde los veinte años cumplidos de la Fundación Atapuerca, brindo de todo corazón por su futuro.

Antonio M. Méndez Pozo

Presidente del Patronato de la Fundación Atapuerca