50 años del elusivo Jaramillo


Por Josep María Parés/CENIEH

Desde que en 1968, Neil Opdyke (Universidad de Florida) documentara el primer registro oceánico de las inversiones de polaridad magnética ocurridos durante los últimos 4 millones de años, la escala global de polaridad magnética se ha visto incrementada por más de un centenar de crones magnéticos (intervalos de tiempo de polaridad constante) que arropan más de 180 millones de años de la historia de la tierra. Algunos de dichos crones son particularmente utilizados como marcadores temporales en estudios del Cuaternario. En particular nos son bien conocidos los crones de Brunhes, Matuyama y, cómo no, Jaramillo. Este último período de polaridad normal (1,07-1,00 millones de años) fue originalmente reconocido en Valles Caldera, Nuevo México, cerca del torrente Jaramillo, por investigadores del servicio geológico norteamericano (USGS) en 1966. Inicialmente observado en coladas volcánicas, que se pudieron datar mediante el método K-Ar, se corroboró su existencia rápidamente en testigos de sedimentos del suelo oceánico: estaba claro que no se trataba de una excursión o desviación temporal del polo norte magnético sino de un genuino y corto evento de polaridad normal. Poco se podrían imaginar a mediados de los años sesenta la repercusión que tendría este corto evento de polaridad normal, de apenas 70 mil años, que aparece en la parte superior del cron inverso de Matuyama. Y es que debido a su posición, justo debajo del límite Pleistoceno medio-superior (0,78 millones de años a), Jaramillo es un marcador potencial y que permitiría alertar de la cercanía al Pleistoceno medio de los materiales que son objeto de estudio. La posición del cron Jaramillo se corresponde con varios eventos muy significativos en la historia geológica del Cuaternario: coincide con (1) el cambio de ciclos orbitales que condicionaron en gran parte el clima durante el Cuaternario, donde la amplitud de las oscilaciones climáticas aumenta progresivamente hacia una frecuencia de 100 mil años y un decrecimiento de las duraciones relativas de los interglaciales; (2) importantes cambios faunísticos; (3) el límite Villafranquiense-Galeriense y quizás (4) con un pulso de dispersión de homínidos. Los períodos fríos aunque más cortos fueron más severos durante la transición del Pleistoceno inferior al medio, especialmente a partir de los 900 mil años, lo que dio lugar a extinciones, dispersiones y adaptaciones de la fauna terrestre.

 

En cuanto a la cronología de yacimientos paleontológicos-arqueológicos, el cron Jaramillo ha sido pretendidamente observado en varias localidades ‘clásicas’, como Le Vallonet (Francia), Colle Curti y Monte Peglia (Italia), Untermassfeld (Alemania) y más recientemente en Vallparadís (cerca de Barcelona). Mientras que en algunas de dichas localidades la presencia del cron Jaramillo es discutible, otros yacimientos bien conocidos, con cronologías cercanas al límite Pleistoceno inferior-medio, no registran aparentemente dicho evento, como la conocida sección de Fonelas (Granada) y hasta la fecha los yacimientos de Gran Dolina y Sima Elefante en Atapuerca. Son diversos los motivos que podrían explicar la aparente ausencia de Jaramillo, como por ejemplo un registro sedimentario incompleto, con períodos de no deposición (hiato), o una tasa de acumulación excesivamente lenta como para detectar cortos intervalos de polaridad, entre otros. Confiamos que los estudios paleomagnéticos que se están llevando a cabo en Atapuerca, en combinación con dataciones absolutas (luminiscencia y resonancia paramagnética electrónica) permitan revelar la presencia o bien comprender las causas de la ausencia del cron Jaramillo, 50 años después de su primer hallazgo.

 

Resumen de la conferencia impartida por el investigador Josep María Parés, coordinador del programa de Geocronología en el CENIEH, el pasado 5 julio en el auditorio de la Residencia Gil de Siloé de Burgos, en el marco del ciclo de conferencias ‘40 años del descubrimiento de la mandíbula de la Sima de los Huesos’, organizado por la Dirección General del Instituto de la Juventud de Castilla y León, en colaboración con la Fundación Atapuerca. Este ciclo se realizó, por tercer año consecutivo, coincidiendo con la presencia del Equipo de Investigación de Atapuerca en la ciudad de Burgos, con ocasión de la campaña de excavaciones de los yacimientos de la sierra de Atapuerca.