Evolución pleistocena del valle del río Arlanzón


Alfonso Benito/CENIEH

El Boletín Geológico y Minero del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) va a publicar una monografía sobre Geoarqueología, donde se recogerán las últimas aportaciones de esta reciente disciplina para la comprensión de los registros arqueológicos en el ámbito de la Península Ibérica. Este número monográfico contendrá un trabajo realizado por los geoarqueólogos del Equipo de Investigación de Atapuerca donde se sintetiza la evolución del valle del río Arlanzón y su influencia en la formación y preservación de los yacimientos de la sierra de Atapuerca. Este valle comienza su desarrollo hace aproximadamente dos millones de años, cuando la cuenca del Duero se abrió al océano Atlántico. A partir de ese momento se forma una red de drenaje que comienza a erosionar y vaciar la depresión del Duero. En el valle del río Arlanzón, la erosión fluvial queda registrada en 14 etapas definidas por terrazas fluviales, o escalones de composición fluvial que se conservan en ambas márgenes del valle. Estas terrazas representan la antigua posición del río antes de volver a excavar el valle, y permiten reconstruir cómo eran los niveles freáticos que disolvieron las calizas de la sierra de Atapuerca y formaron las cavidades donde se encuentran los yacimientos. La relación entre las cavidades y los niveles freáticos del valle permite inferir que el sistema kárstico de la sierra de Atapuerca se habría formado en ciclos de duración asimétrica. Estos ciclos estarían compuestos por fases de corta duración y dominadas por climas principalmente fríos, durante las cuales se sedimentaron las terrazas fluviales y los flujos freáticos disolvieron las calizas de la sierra formando cuevas horizontales. A estas fases les sucederían periodos más dilatados en el tiempo y con presencia de climas más moderados, donde dominaron los procesos de erosión en el valle y se formaron cuevas verticales, como las simas y las torcas. La sucesión de estas fases controló la formación de las cavidades de Gran Dolina, Elefante y Galería, y la sedimentación de las secuencias donde se conservan los registros arqueológicos.