La cueva de El Mirador (sierra de Atapuerca)


By Josep Maria Vergès, Ethel Allué / IPHES - CERCA

Prácticas funerarias, agrícolas y ganaderas desde el Neolítico a la Edad del Bronce

Ficha técnica

Situación: Extremo meridional de la sierra de Atapuerca, dominando visualmente el valle medio del río Arlanzón.

Antigüedad: 13.500 – 3.000 años.

Materias primas o tipo de herramientas: Restos botánicos, cerámicas, huesos y artefactos líticos y óseos.

Restos humanos: Enterramientos individuales y colectivos de Homo sapiens.

Descripción: Aunque en la actualidad El Mirador presenta morfología de abrigo, debido al hundimiento de buena parte de su bóveda, en realidad se trata de una enorme cavidad con un desarrollo aún desconocido. Las primeras ocupaciones por grupos de cazadores - recolectores del Paleolítico superior se remontan unos 13.500 años atrás, pero el uso intenso y continuado de la cueva se produjo a partir del Neolítico antiguo, hace unos 7.300 años, cuando llegaron los primeros grupos de agricultores y ganaderos y se establecieron allí, hasta hace unos 3.000 años, en la Edad del Bronce. Entre los 5.700 y los 3.400 años antes del presente, la cueva fue usada como sepulcro individual y colectivo, registrando episodios de canibalismo.

PASADO, PRESENTE Y FUTURO

Entre 1999 y 2008 se realizó un sondeo de 6 m2 en la parte central de la cavidad, para conocer la estratigrafía y el potencial arqueo-paleontológico del yacimiento. Este alcanzó los 21 metros de profundidad, con 15 metros de depósitos pleistocenos y 6 metros de edad holocena.

Desde 2009 se excavan dos nuevos sondeos situados en los extremos de la cavidad, con el objetivo de explorar el desarrollo lateral de la cueva y alcanzar las posibles galerías interiores. Aunque en los sondeos laterales la mayor parte de la secuencia excavada tiene como origen el uso de la cueva como redil, también han puesto al descubierto enterramientos individuales y colectivos a lo largo de la pared rocosa, correspondientes al Calcolítico y la Edad del Bronce.

Contamos con una enorme cantidad de información sobre las comunidades agrícolas y ganaderas prehistóricas y el impacto de sus actividades sobre el medio natural. Las evidencias arqueobotánicas y micropaleontológicas revelan la existencia de un paisaje en mosaico con bosques, praderas, bosques de ribera y campos de cultivo, en un ambiente con variaciones de aridez y humedad a lo largo de la secuencia. Los grupos humanos gestionaban y explotaban los recursos vegetales de manera sostenible para la alimentación del rebaño y la obtención de leña y madera, pero la recolección de frutos silvestres, la pesca de río y la caza de animales salvajes no se abandonaron.

Ya desde las primeras ocupaciones del Neolítico antiguo los grupos humanos combinaban la agricultura y la ganadería, permitiendo hacer un uso óptimo y complementario de los recursos vegetales (especialmente cereales, como trigo y cebada, legumbres, etc.) y de los de origen animal (carne, leche y sus derivados). A lo largo del tiempo se revela una mayor especialización de las prácticas agrícolas y ganaderas. Los análisis zooarqueológicos, de química analítica y los isótopos estables indican la intervención sobre los ciclos reproductivos de los rebaños de cabras y ovejas para obtener leche, que se intensifica en la Edad del Bronce. La alimentación de estos grupos humanos incluye productos procesados y cocinados. La cultura material que acompaña a estos pastores se limita a boles y recipientes cerámicos con escasa decoración de impresiones e incisiones. Las herramientas y utensilios fabricados en hueso (punzones y agujas) o piedra (molinos de mano, puntas de flecha, dientes de hoz) están vinculados a actividades características de los grupos agrícolas y ganaderos.

Las inhumaciones se conservan de forma excepcional, lo que ha facilitado todo tipo de estudios, incluidos los análisis genómicos, que han revelado vínculos familiares y otros aspectos relacionados con la dieta y la práctica del canibalismo. En el enterramiento colectivo Calcolítico se han podido identificar un número mínimo de 38 mujeres, hombres e infantiles, algunos de los cuales presentan enfermedades articulares, congénitas, caries, cálculos dentales abscesos. Los acompañaba un escaso ajuar formado por piezas como candiles de asta de ciervo, valvas de almeja de río, boles de cerámica y colgantes ornamentales.

Cuando finalicemos estos sondeos laterales se decidirán las futuras intervenciones en el yacimiento, en función de si la cueva presenta o no gran profundidad y de la información novedosa que se estime pueda aportar su apertura.