Hacia un equilibrio social y ecológico del “Homo sapiens”


By Eudald Carbonell / vicepresidente de la Fundación Atapuerca

En mi último libro publicado en octubre de este año El porvenir de la humanidad (editorial RBA), desarrollo diez conceptos que, en mi opinión, son fundamentales para la supervivencia de la especie y son los pilares de la evolución biológica en nuestro planeta. Uno de ellos es el de equilibrio eco-social. Este es un concepto de una gran envergadura, estamos hablando de los grandes sistemas que permiten la existencia de la vida, tal y como la conocemos. El medio natural y el medio histórico, como hemos dicho anteriormente, son la columna vertebral de nuestra evolución planetaria. Estamos poniendo encima de la mesa y destacando la selección natural y la selección cultural. Sabemos que la selección técnica y cultural nacen de la selección natural y que, como consecuencia, esta última ha sido, hasta ahora, subsidiaria de la primera. Las dos selecciones no están en igualdad de condiciones y no juegan en la misma liga. Sin embargo, con la evolución en grado exponencial de la tecnología, propiciada por la socialización de la ciencia, está cambiando esta relación estructural. Esta última selección, la cultural y la técnica, ya está matizando los efectos de la selección natural.

Esta constatación se hace en el marco del progreso humano. Es decir, en el marco de la consciencia operativa y en la capacidad de pensar y actuar de manera que la lógica humana está sustituyendo el azar. El Homo sapiens es capaz de monitorizar el planeta, puede establecer estrategias para cambiar lo que hace y produce la naturaleza, puede elaborar y llevar a cabo procesos productivos artificiales, acelerar o retardar todo tipo de procesos.

Los humanos podemos prospectar nuestra especie y encontrar qué lugar ocupamos en la naturaleza, podemos predecir a través de las leyes acontecimientos venideros y analizar con métodos científicos los acontecimientos del pasado.

Ahora mismo nos encontramos en una situación en la que sabemos que estamos contribuyendo de manera clara al cambio de clima en el planeta, podemos medirlo, podemos analizarlo, podemos demostrar que nuestras actividades económicas mal generadas y aplicadas destruyen la madre naturaleza, por lo tanto, en detrimento del medio natural pero también del medio histórico.

El efecto invernadero como consecuencia de la quema de combustibles fósiles, así como la producción ganadera, agrícola e industrial acelerada contribuyen de forma neta a la subida de temperaturas. Este aumento influye negativamente en la litosfera y la biosfera, de manera que acelera cambios en el planeta.

Nuestra especie cercana a los 8.000 millones de habitantes siente y vive en sus carnes estos aumentos de temperatura, deshielo, subida del mar, aumento de la magnitud de los eventos catastróficos que, si bien en el pasado no nos afectaban con la misma intensidad por la poca carga demográfica planetaria, en la actualidad lo hacen con mucha fuerza.

Somos una especie que tenemos mucha movilidad y de esta manera también nos pasamos todo tipo de bacterias y virus, en algunos casos perjudiciales, a lo largo y ancho del planeta poniendo las poblaciones en peligro. No tenemos más que recordar la crisis en la que hemos estado inmersos por el COVID y que aún no ha terminado.

Pero lo que pone en peligro a la especie no solamente es el cambio climático, sino la forma de organizarnos socialmente, la globalización, que al uniformizar la especie está destruyendo la diversidad del planeta y de esta manera la memoria del sistema tierra y como consecuencia al ser humano.

Por lo tanto, necesitamos interrumpir la globalización y empezar la planetización que es sinónimo de aumentar la diversidad y generar una malla humana que nos permita regular de forma descentralizada la energía del planeta.

Si no encontramos un equilibrio entre el funcionamiento de la naturaleza y nuestro funcionamiento colapsaremos como especie. Hemos de cambiar, hemos de planetizar. No tenemos otra opción más que aumentar y socializar nuestra conciencia crítica de especie es nuestro principio de esperanza particular. Hagámoslo posible, antes que sea demasiado tarde. Hace falta una revolución de especie ya.