Atapuerca, un proyecto de vida


Por Ethel Allué/ IPHES-CERCA

En el verano de 1990 participé por primera vez en la campaña de excavaciones de Atapuerca. Galería fue mi primera excavación y desde 1999 excavo en la cueva de El Mirador. Esta cueva forma parte del conjunto de yacimientos de la sierra de Atapuerca y ha proporcionado una de las secuencias holocenas más significativas del norte peninsular. He vivido los éxitos de este proyecto y la formación del equipo desde dentro, con sensación de pertenencia y con un compromiso con los planteamientos científicos y la construcción de la estructura que los envuelven. El Proyecto de Atapuerca y el equipo de investigación pueden valorarse de diferentes maneras; a través de los hallazgos, de la organización del equipo y de los recursos. Los hallazgos hay que buscarlos y, evidentemente, antes hay que plantearse las preguntas para encontrar respuestas. El equipo tiene que tener un compromiso de larga duración si nos dedicamos profesionalmente, y puntual si se participa en una campaña de excavación. Y los recursos se consiguen fruto de la excelencia científica y el compromiso social. Obviamente ninguno de estos aspectos es independiente.

Trabajo en el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES-CERCA) de Tarragona, un centro de investigación que ha crecido exponencialmente con el convencimiento de que el trabajo de campo sistemático y los estudios multidisciplinares incorporados a todo el proceso de estudio, desde el campo a su publicación y divulgación, son la clave de una investigación arqueológica sobre el conocimiento de nuestro pasado. Mi especialidad es la antracología, una disciplina que se enmarca en el área de conocimiento de la Arqueobotánica, basada en el estudio de los restos de carbón. A partir de la identificación taxonómica de los restos de carbón podemos conocer las especies leñosas que utilizaron nuestros antepasados y también interpretar cómo eran los bosques y cómo evolucionaron en el pasado. Estos estudios se integran en las líneas de investigación del proyecto que desarrollamos desde la Unidad de Arqueobotánica del IPHES-CERCA, junto a Isabel Expósito, que trabaja sobre los restos palinológicos, Aitor Burguet-Coca, que estudia los restos de fitolitos, y Nit Cano y Marian Berihuete, que estudian los restos carpológicos. A partir de los estudios arqueobotánicos multidisciplinares podemos entender la dieta, la gestión de los bosques, la gestión de los recursos energéticos, las variaciones ambientales o el impacto que los humanos hemos generado sobre nuestros paisajes.

Me preocupa y me siento responsable del desarrollo de este proyecto, que a partir de unas bases que están ya bien establecidas tiene que prolongarse en el tiempo. A veces cuesta ver más allá, especialmente por las dificultades que tienen las generaciones de jóvenes científicos en conseguir establecerse con una posición permanente que permita asegurar la continuidad de las investigaciones que desarrollamos. Es esencialmente difícil para las investigadoras por distintos motivos, entre los cuales está la maternidad. Evidentemente se hacen esfuerzos desde las instituciones y concretamente desde la planificación de las excavaciones de Atapuerca, que contribuyen a facilitar la conciliación familiar.

En todo caso, cada año volvemos a Atapuerca donde disfrutamos de las excavaciones, del reencuentro anual con viejos conocidos, de las nuevas generaciones, de compartir un hallazgo, y yo especialmente disfruto del aroma que desprenden los tomillos y flores de San Juan a mi paso por el camino que me lleva a la cueva de El Mirador.