El CENIEH, una prolongación de Atapuerca


Por Chitina Moreno-Torres Rodríguez-Contreras / CENIEH

Desde mi puesto de responsable de Comunicación del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), he tenido la oportunidad de conocer muy de cerca los yacimientos de la sierra de Atapuerca. Y es que el propio CENIEH es en cierto sentido una prolongación de los yacimientos, ya que sus paredes acristaladas custodian trocitos de los tesoros de Atapuerca, que se restauran, analizan, caracterizan y datan en sus laboratorios.

Muchos de los fósiles, herramientas líticas y sedimentos que se extraen durante las campañas de excavación llegan hasta el edificio del CENIEH, en pleno corazón de Burgos, donde se almacenan cuidadosamente en los depósitos de Colecciones o en la Cámara acorazada, a la espera de ser estudiados, o de ser exhibidos en las vitrinas del vecino Museo de la Evolución Humana. Podría decirse que es la etapa final de un recorrido que comienza en el Laboratorio de Conservación y Restauración, donde un equipo de expertas en la materia se encarga de ponerlos a punto antes de ser analizados o mostrados al público. Por allí han pasado piezas tan emblemáticas como el cráneo 5, la pelvis “Elvis”, y el bifaz “Excálibur”, en el que está inspirado el logotipo del CENIEH. ¡Fue un auténtico privilegio ver de cerca y a diario a tan ilustres visitantes!

A veces, llega algo más grande como, por ejemplo, un bloque arrancado a las entrañas de la Sierra que por sus características es mejor que sea excavado por el equipo de Conservación y Restauración con la minuciosidad que permite hacerlo en el laboratorio. Entonces, sí que se experimenta una auténtica sensación de tener Atapuerca entre las paredes del CENIEH, manejable y finita.

Sin embargo, por más que se pueda revivir un trozo del alma de Atapuerca entre sus paredes, es mucho más apasionante recorrer los yacimientos en busca de sus tesoros. En el verano de 2009 atravesé por primera vez la Trinchera del Ferrocarril, y exploré ese camino rojizo por la prehistoria europea, fascinada por los restos fósiles que afloraban a simple vista esperando ser rescatados de su encierro en el tiempo. Ese verano viví la maravillosa experiencia de unirme al equipo que trabajaba en la “manta de huesos” del nivel TD10 de la Gran Dolina, un vergel de fauna fósil, donde una veintena de excavadores se afanaban por desenterrar la ingente cantidad de restos fósiles con suaves pasadas de brocha y sutiles toques de martillo y destornillador.

Es una sensación única ver cómo, a golpe de brocha y martillo, va apareciendo un fósil o una herramienta, con la promesa de ser lo más grande, lo más antiguo, o lo más pequeño y valioso, como podría ser un diente humano. En cualquier caso, siempre se va a descubrir una “joya” de nuestro pasado que tiene una historia que contar, una información valiosa que hay que averiguar, y eso es lo se hace después en el CENIEH.

Desde entonces, cada verano espero con ilusión cruzar la Trinchera, disfrutando de los cambios que se van produciendo campaña tras campaña en su paisaje arque-paleontológico, como la gran ampliación en extensión y profundidad del yacimiento de la Sima del Elefante; la excavación exterior de Galería de las Estatuas, o la desaparición de la manta de huesos que ha permitido avanzar rápidamente hasta el nivel TD8 de Gran Dolina. ¡Qué cerquita estás ya Homo antecessor! Pero, sin duda, el mayor cambio de los últimos años ha sido el inicio de la excavación en Cueva Fantasma, actualmente el yacimiento más grande y prometedor, del que se esperan muchas alegrías en los próximos años.

Desde mi puesto de responsable de Comunicación del CENIEH, espero seguir siendo testigo de todos esos cambios; espero seguir viendo el material extraído en cada campaña en las instalaciones del CENIEH; espero seguir aprendiendo del Equipo de Investigación de Atapuerca; y, sobre todo, sobre todo, espero seguir contándolo, presumiendo de ser parte de esta maravillosa aventura que es Atapuerca.