Escuchando el pasado


Uno de los grandes problemas en el estudio de la historia evolutiva de los seres humanos es el del origen del lenguaje. Esta cuestión puede ser abordada desde múltiples disciplinas científicas, como la primatología, la neurociencia, la lingüística, la arqueología y, cómo no, la paleontología.

Desde el punto de vista de esta última disciplina, y puesto que las palabras no fosilizan, se trata de establecer cuándo, en qué especie y en qué circunstancias aparecieron las estructuras anatómicas que soportan nuestro modo natural de comunicarnos: el habla. Para ello, a lo largo del último medio siglo, diferentes investigadores han intentado reconstruir la anatomía de las vías aéreas superiores (constituidas básicamente por la garganta, la cavidad oral y la cavidad nasal) de los neandertales para establecer si fueron capaces de articular los mismos sonidos que componen el habla humana. Las investigaciones llevadas a cabo en la década de los años 70 del pasado siglo llevaron a muchos expertos a la conclusión de que las vías aéreas de este grupo fueron más parecidas a las de un chimpancé que a las de nuestra especie, lo que habría limitado decisivamente su capacidad para desarrollar un lenguaje oral como el nuestro. Sin embargo, puesto que las estructuras anatómicas relacionadas con la producción del habla (las cuerdas vocales, la lengua y la laringe) no fosilizan, estos resultados dependían de la manera en la que habían sido reconstruidas por los investigadores y, desde mediados de los años 80, un grupo cada vez más numeroso de científicos comenzó a poner en duda estos resultados. Finalmente, a comienzos del siglo XXI, esta polémica fue decayendo y se llegó a una especie de “empate técnico” entre las distintas ideas sobre las capacidades de los neandertales para hablar.

Por otra parte, en 2007 se descubrió, gracias a los extraordinarios fósiles de esta especie recuperados en el yacimiento asturiano de El Sidrón, que sus individuos presentaban la variante humana del gen FOXP2, que está relacionada con la comprensión lingüística y la producción del habla. Este descubrimiento reavivó la polémica sobre las capacidades lingüísticas de los neandertales, aunque tampoco permitió resolver definitivamente la cuestión. Sin embargo, la idea de que este grupo dispusiera de un lenguaje oral tan complejo y eficiente como el nuestro ha ido ganando fuerza debido a los excepcionales hallazgos arqueológicos de los últimos años, que han demostrado que los neandertales se adornaban, que construían enigmáticas estructuras de piedra en el interior de las cuevas y que, posiblemente, también realizaron arte rupestre. Para muchos investigadores, estos comportamientos evidenciaban la existencia de una mente tan compleja como la nuestra y no concebían que se pudieran efectuar en ausencia de lenguaje. Sin embargo, no todos los científicos estaban convencidos de que los neandertales pudieran hablar, pues faltaba aún presentar una prueba paleontológica sólida.

Y esta prueba ha llegado el primer día del mes de marzo de este año. Un grupo de investigadores del Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA), encabezados por Mercedes Conde Valverde, ha publicado en la prestigiosa revista Nature Ecology and Evolution un estudio que demuestra que los neandertales tenían el mismo patrón auditivo que nuestra especie. En concreto, el trabajo se ha centrado en determinar el rango de frecuencias en el que los neandertales percibían los sonidos realmente bien; es decir, cuáles eran los sonidos que mejor oían. La amplitud del rango de frecuencias que mejor oye una especie es un rasgo determinante para la eficiencia de su comunicación oral (o lo que es lo mismo, la capacidad de comunicar mucha información en poco tiempo y cometiendo pocos errores). Los chimpancés oyen muy bien entre 1 y 2,5 kiloHercios (kHZ), mientras que los humanos lo hacemos entre 1 y 5 kHz. Dicho de otra manera: la extensión del rango de frecuencias de una buena audición de nuestra especie dobla al de los chimpancés, en relación con la mayor eficiencia y complejidad de nuestro lenguaje oral.

Pero ¿cómo es posible conocer cómo oían humanos que llevan muertos muchos miles de años? Parece una idea sacada de un relato de ciencia-ficción. Sin embargo, los investigadores del EIA resolvieron este problema en 2004, cuando desarrollaron una novedosa metodología que permitió reconstruir la audición de los ejemplares de la Sima de los Huesos. Para ello, fue necesario idear una línea de investigación inédita, con un equipo multidisciplinar que incluye a paleontólogos, ingenieros de telecomunicaciones, expertos en técnicas de realización de modelos tridimensionales a partir de imágenes tomográficas y especialistas en comunicación de primates. De esa manera, fue posible entonces reconstruir con rigor la audición de una especie fósil y el resultado fue inequívoco: las personas que vivieron hace 450.000 años en la sierra de Atapuerca tenían un rango de mejor audición que se extendía entre 1 y 3,5 kHz, claramente mayor que el de los chimpancés, en relación con su comportamiento mucho más complejo, pero todavía menor que el de la humanidad actual.

Los resultados obtenidos por Conde Valverde y su equipo para los neandertales indican que su rango de mejor audición era idéntico al de nuestra especie y se extendía entre 1 y 5 kHZ. Es decir, que el oído de los neandertales estaba adaptado a oír con precisión los mismos sonidos que percibimos con nitidez nosotros. Puesto que todos los animales advierten especialmente bien los mismos sonidos que son capaces de producir, este resultado de la investigación indica claramente que los neandertales también estarían capacitados para producir los mismos sonidos que empleamos nosotros en nuestra comunicación oral: las vocales y las consonantes. Esta es la prueba paleontológica sólida que faltaba para demostrar que los neandertales podían hablar… pero ¿lo hacían?

Para responder a esa pregunta es preciso volver de nuevo la mirada hacia el registro arqueológico. Los neandertales usaban sistemáticamente el fuego, habían desarrollado una manera muy compleja de tallar la piedra, cuidaban a sus enfermos, enterraban a sus muertos, se adornaban con pigmentos, con plumas y con collares hechos con garras de aves de presa y con colmillos de animales, también construyeron con restos de estalagmitas dos enigmáticos círculos de gran tamaño en el interior profundo de la cueva francesa de Bruniquel y, posiblemente, fueron los autores de las pinturas rupestres más antiguas de Europa. Todo ello nos informa de un comportamiento muy complejo y de una mente muy parecida a la nuestra, por lo que muchos investigadores estaban convencidos de que, necesariamente, los neandertales habrían tenido un lenguaje oral tan complejo y eficiente como el nuestro. Solo faltaba la evidencia paleontológica de que los neandertales podían hablar para que todas las piezas encajaran. Y eso, precisamente, es lo que han descubierto Conde Valverde y su equipo.

Además, en su estudio también han mostrado que las capacidades auditivas necesarias para hablar ya estaban presentes en los neandertales de hace más de 120.000 años, lo que descarta que las adquirieran por hibridación con miembros de nuestra especie, ya que las evidencias de mestizaje entre ambas humanidades son más modernas de esa fecha. Es decir, que el proceso evolutivo que dio lugar al habla neandertal se produjo de manera independiente al que tuvo lugar en nuestro linaje. La conclusión de todo esto es inmediata: en la historia de nuestro planeta ha habido dos humanidades plenas: los neandertales y nosotros. Este es un descubrimiento de gran trascendencia para entender nuestro lugar en el mundo, puesto que una idea común a todas las culturas es que somos la única especie realmente humana que ha existido en la Tierra. Ahora ya sabemos que esto no es cierto. En cierto modo, el descubrimiento de que los neandertales hablaban es tan trascendente como si hubiéramos descubierto una inteligencia extraterrestre: ahora sabemos que no estamos (estuvimos) solos.