UNA FECHA DESCONOCIDA


Aunque de forma muy resumida, con este artículo me propongo rescatar del olvido una fecha que creo merece ser conocida para la intrahistoria de la Fundación Atapuerca: la del 8 de julio de 1999.

Llamada de Jesús Bueno: “Ángel, los codirectores de Atapuerca nos proponen reunirnos esta tarde para tratar asuntos importantes. Naturalmente, desean que la Caja esté presente”. “De acuerdo, contáis conmigo”, le dije.

En la década de los 90, Atapuerca ya sonaba con fuerza: el profesor Trinidad Torres, del Grupo Espeleológico Edelweiss, y el eminente y apreciado paleontólogo Emiliano Aguirre y sus doce años de actividad habían proyectado una imagen muy positiva de los yacimientos de la Sierra. A partir de 1991, ya bajo la dirección conjunta y compartida de Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell, el nombre de Atapuerca traspasó nuestras fronteras y atrajo la atención de la comunidad científica internacional por la trascendencia de los hallazgos divulgados.

En esta nueva etapa se producen diversos acontecimientos que hacen más compleja y exigente la gestión del Proyecto: 1992, cráneos Agamenón y Miguelón, que Nature publica en 1993; 1994/95, restos humanos en Gran Dolina y la pelvis Elvis; 1997, Science publica el descubrimiento del Homo antecessor; concesión del Premio Príncipe de Asturias; 1998, el bifaz Excalibur. Estos y otros singulares hechos componen un fecundo balance que hace que el Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA) se plantee como necesidad inaplazable la creación de una estructura de organización y gestión que permita asumir, canalizar y resolver adecuadamente los retos y demandas de la nueva situación.

Dadas las excelentes relaciones que los codirectores mantenían con Diario de Burgos y Caja de Burgos y el apoyo que sus iniciativas recibían, decidieron hacer partícipes de sus planes y reflexiones a ambas entidades, lo que desembocó en la reunión citada, celebrada en la antigua sede del periódico, en la calle San Pedro Cardeña, a la que asistieron 9 personas.

Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell tenían muy clara la urgencia de constituir una fundación que permitiera dar respuesta a las nuevas necesidades. Era preciso, insistían, contar con un soporte jurídico que facilitara la continuidad y un amplio respaldo organizativo y económico al programa de investigación y divulgación que venía desarrollándose, en consonancia con la importancia y valor de lo que Atapuerca representaba.

En la reunión se marcaron unas líneas básicas como marco de referencia: el nuevo ente tendría carácter privado, carecería de ánimo de lucro, propiciaría la adhesión de empresas, entidades privadas e instituciones públicas ?Junta de Castilla y León, ayuntamientos de Atapuerca, Ibeas de Juarros y Burgos y Diputación Provincial? y de las universidades de Burgos, Complutense y Rovira i Virgili, así como del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En definitiva, se deseaba contar con el mayor respaldo social posible. Asimismo, se consideraba prioritaria la consolidación y reforzamiento del EIA, para lo cual una política de becas pre y posdoctorales dispondría en los futuros presupuestos de la dotación correspondiente.

Después de la reunión solo quedaba ponerse a trabajar en firme y con rapidez por parte de los equipos de Diario y Caja de Burgos. Tanto Antonio Miguel Méndez como Francisco Javier Isasi actuaron con inteligencia, dinamismo y coordinación y, así, 18 días más tarde, es decir, el 26 de julio de 1999, el notario Gómez Oliveros daba fe de la creación de la Fundación Atapuerca, en plena Trinchera del Ferrocarril. El histórico documento fue suscrito por Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell, Francisco Javier Quintanilla, Antonio Miguel Pozo, Francisco Javier Isasi, Pedro García y Ángel Ramos.

Los años posteriores han demostrado la importancia de aquella iniciativa, visto los singulares logros alcanzados y las adhesiones y apoyos recibidos. Recordemos únicamente que, unos años después, la UNESCO reconocía la trascendencia de los hallazgos de Atapuerca y declaraba los yacimientos Patrimonio de la Humanidad, honroso título que quince años después complementó con el Valor Universal Excepcional.

La unión de voluntades y la conjunción de esfuerzos y recursos, una vez más, ha producido beneficios para todos. Así avanza y mejora la sociedad. Y así también progresa y evoluciona, en la buena dirección, la humanidad.

Ángel Ramos Serna.

Fue director de la Obra Social y Cultural de Caja de Burgos durante veinte años.

Premio Evolución a los valores humanos 2019 de la Fundación Atapuerca