¿Qué se cocinaba durante la Prehistoria?


La Dra. Miriam Cubas Morera es investigadora Ramón y Cajal en el departamento de Historia y Filosofía de la Universidad de Alcalá. Sus investigaciones están centradas en tecnología cerámica de poblaciones agricultoras y ganaderas, tanto en la cornisa cantábrica como en el interior peninsular. Gracias a sus trabajos de investigación, conocemos mejor aspectos como la dieta, formas de vida y contextos funerarios de las poblaciones de la prehistoria reciente de la península ibérica.

A todos nos interesa la comida, las distintas cocinas del mundo, hasta tal punto es así que cuando viajamos a otro lugar, es lo primero que preguntamos. La comida y la cocina constituyen un claro interés cultural, incluso en algunas ocasiones tiene carácter de pertenencia a un determinado grupo social, religioso o de cualquier otra naturaleza. Y en este campo, desarrollo mi actual línea de investigación, en concreto qué se comía y cómo se cocinaba durante la Prehistoria, especialmente durante el Neolítico, a través del análisis de “los recipientes de cocina”, la cerámica.

Los restos de animales, plantas, frutos y tubérculos son un reflejo directo de la dieta de las sociedades del pasado. Durante años, en todas las excavaciones, hemos documentado cientos o quizá miles de estos restos que constituyen una línea de investigación de primer orden. Las marcas de corte, la presencia de huesos quemados nos hace plantear incluso cómo se han consumido y cocinado.

Sin embargo, durante la mayor parte de la Prehistoria se desconoce la existencia de recipientes destinados al cocinado o procesado de alimentos. Hasta cronologías relativamente recientes del Pleistoceno o del Holoceno, según la parte del mundo en la que nos fijemos, no aparecen los primeros recipientes cerámicos. Los más antiguos proceden de las regiones del este de Asia (China, Japón y Rusia) y reflejan la consolidación de un conocimiento tecnológico sobre el uso de las arcillas, su modelado, tratamientos superficiales y procesos de reparación. Además, los recientes análisis sobre su uso reflejan que se utilizaron en el cocinado de pescado y, posiblemente, moluscos procedentes de agua dulce y salada. Estas cerámicas fueron realizadas por grupos de cazadores, recolectores y pescadores miles de años antes de la aparición de los primeros animales y plantas domésticas. Sin embargo, su aparición, sin ninguna duda, revolucionó la forma de preparar, cocinar y consumir la comida.

No será hasta miles de años después cuando aparezcan los primeros animales y plantas domésticas y con ellos se generalizan los recipientes cerámicos. La presencia de estos animales y plantas domésticas es visible a partir de los restos de sus huesos y los granos de cereal que comienzan a aparecer en los yacimientos arqueológicos hace unos 10.000 años. Esto implica progresivamente una menor importancia de la caza, la pesca y la recolección que son sustituidas (o complementadas) por la ganadería y la agricultura. Este cambio, trascendental para la historia de la humanidad, implicó una nueva base económica, el consumo de nuevos alimentos, nuevas formas de vivir, de interacción social y de modificar el medioambiente. Y, además, en este momento se produce la introducción y consolidación de la tecnología cerámica en el continente europeo.

Se trata de un tema de investigación de gran actualidad y al que se han dedicado importantes esfuerzos en los últimos años. Conocer cuándo aparece la tecnología, cómo se realiza y en qué se usa son algunos aspectos que tienen una gran relevancia en la actualidad.

Los recientes análisis de cerámica arqueológica permiten recuperar las biomoléculas orgánicas conservadas en su interior. Pero, ¿cómo se conservan? La cerámica prehistórica es muy porosa y estos poros actúan de trampa para estas biomoléculas, especialmente para los lípidos que quedan atrapados en su interior. Su composición química es característica de cada alimento o grupos de alimentos permitiendo así saber lo que se cocinó en su interior. De esta manera se han identificado algunos alimentos que previamente no habían sido reconocidos, como la miel o la leche y que tienen una gran relevancia en la actualidad. Conocer el origen, forma de consumo y procesado de algunos de estos alimentos, como la leche, contribuirá, en un futuro próximo, a conocer nuestros hábitos alimenticios o el origen de algunas de las intolerancias que son muy abundantes en la sociedad actual.