Emiliano Aguirre, el padre del Proyecto Atapuerca


Emiliano Aguirre nació en Ferrol en 1926. Es licenciado en Filosofía, Ciencias Naturales, Teología y doctor en Ciencias Biológicas. Comenzó trabajando en la sierra de Atapuerca en 1976, donde concibió el proyecto como una cantera multidisciplinar de investigadores con una misión a largo plazo. Previamente, en los inicios de los años 1960, había colaborado como paleontólogo en las excavaciones de los yacimientos paleolíticos de Torralba y Ambrona (Soria). Como resultado de estas excavaciones, en 1963, ideó el primer museo con exposición in situ de los restos fósiles elefante (Palaeoloxodon antiquus) en Europa: el Museo de Ambrona.

A lo largo de su carrera científica, ha dirigido las tesis doctorales de cerca de 30 investigadores en paleontología de vertebrados, micropaleontología, antropología, geomorfología, paleoecología del Neógeno, del Cuaternario y paleoecología humana.

Emiliano Aguirre ha sido distinguido en 1997 con el Premio Príncipe de Asturias a la Investigación Científica y Técnica, junto al Equipo de Investigación de Atapuerca. En 1998 se le concedió el Premio de Castilla y León en Ciencias Sociales y Humanidades y en 1999 se le otorgó la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. En 2000 fue nombrado académico numerario de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y el pasado mes de mayo fue elegido Miembro de Honor del Colegio de Biólogos de Galicia.

La relación entre la Fundación Atapuerca y Emiliano Aguirre sigue siendo estrecha, como lo demuestra el acuerdo que se ha firmado el pasado mes de mayo por el que la Fundación Paleontológica Emiliano Aguirre donaba a la Fundación Atapuerca un importante fondo documental que abarca la trayectoria profesional del primer director de las excavaciones de Atapuerca.

“Desde el principio comprendí la importancia de Atapuerca”

Emiliano Aguirre fue pionero en comprender la importancia de los restos fósiles de los yacimientos de Atapuerca y el primero en poner en marcha la organización y la difusión necesaria para conseguir que la comunidad científica y la sociedad española comprendieran la trascendencia de estos descubrimientos.

- Pregunta: ¿Cómo llegó a Atapuerca?

- Emiliano Aguirre: Mi primer contacto fue gracias a un estudiante de ingeniería de minas (Tino Torres) al que dirigía la tesis. Él encontró en Atapuerca unos dientes y me los mostró. Él, en ese momento, estaba interesado en los restos fósiles de osos, y esos dientes eran indudablemente humanos. En consecuencia, él siguió con sus estudios sobre los osos y yo con los míos sobre humanos. No obstante, me hice el propósito de acercarme a Atapuerca para ver de qué se trataba; me interesaba ver en persona cómo era el yacimiento que estaba excavando mi alumno.

-P: ¿Cuál fue su primera impresión

- E.A: Cuando llegué a esa parte de la sierra de Atapuerca, me encontré con los restos de una antigua línea de ferrocarril que iba de Burgos a Santander. Esa trinchera atravesaba una ladera de caliza que se estaba aprovechando para obtener material de obras. Estudié un poco la geología de la sierra que estaba entre Atapuerca, por un lado, e Ibeas, por otro.

En Ibeas había entablado relaciones de amistad con los vecinos, con algunos jóvenes y con el alcalde. Con eso me fui a ver Atapuerca, vi la línea de tren que cortaba un afloramiento grande de caliza y también vi los restos de animales que era lo que había interesado a los primeros que encontraron restos.

Y empecé a excavar. Yo buscaba sobre todo fósiles humanos, pero también me importaba el conjunto; es decir, los materiales que acompañaban a los restos humanos que son los que ayudan a comprender cómo era el entorno y cómo fueron los cambios climáticos en aquellos tiempos.

Vi que en el corte que se había hecho para la línea de tren se encontraba un buen número de fósiles no humanos, pero también humanos, desde luego. Recogí este material para enseñarlo a mis alumnos. Estuve buscando fósiles en varias zonas del corte hecho para la línea de ferrocarril y por los primeros materiales que hallé me di cuenta de que era un lugar que daba para mucho.

- P: A mediados de los años setenta ponerse a excavar buscando huesos tenía que parecer un poco excéntrico. ¿Qué pensaban los vecinos?

- E.A: Los vecinos de Ibeas y de Atapuerca conocían el sitio, se interesaron por lo que yo hacía y decidieron ayudarme. Se integraron muy bien porque prefiero hacer las cosas con un equipo. Me gusta mantener una visión amplia con vistas y posibilidades diversas. Yo fui a Atapuerca con un equipo de apoyo y amplitud de miras. En ese punto, hice un proyecto y pedí una subvención al Gobierno, explicando el porvenir que tenía esa sierrecita con esa antigua línea de tren.

Me dieron una subvención, y con un grupo de estudiantes de diferentes disciplinas hice las primeras excavaciones, gracias a las cuales salió más de lo que esperaba: los primeros resultados ya superaron las expectativas iniciales. Desde el principio intenté que en las excavaciones participasen estudiantes de varias disciplinas, así que había estudiantes de letras, de ciencias, de ingeniería y otras materias científicas. De los resultados de estas excavaciones fueron salieron diversos artículos que recogía la prensa, además de mucho material importante para exponer en museos.

- P: Desde que ustedes empezaron, se ha recorrido un largo camino, se ha encontrado material muy importante, incluidos los restos de ser humano más antiguos de Europa. ¿Le ha sorprendido mucho hasta dónde se ha llegado?

- E.A: Se ha ido encontrado lo que yo pensaba que se iba a hallar, y gracias a esto han progresado muchos estudiantes de varios departamentos y facultades. Esta diversidad ha propiciado una mayor cantidad de estudios y publicaciones sobre un yacimiento único en el mundo.

En el futuro saldrán más trabajos, más tesis sobre los humanos de aquellas épocas y más avances científicos. Se aprenderá más sobre los ambientes, sobre los cambios y sobre los climas.