Descubrimiento de la mandíbula AT-1. El origen de todo


A mediados de la década de 1970 España comenzaba su primavera política particular. Estábamos en los estertores de la dictadura y en el inicio de la transición política a la democracia. Concretamente, el año 1976 sería un año crucial, para el que más tarde se convertiría en uno de los programas de investigación sobre evolución humana más importantes del mundo.

El joven ingeniero de minas Trinidad de Torres (Trino, para los amigos) estaba iniciando su tesis doctoral sobre las especies de oso (úrsidos) del Pleistoceno de la península ibérica. En el desarrollo de su trabajo visitó diferentes museos, donde se conservaban restos fósiles de estos animales. También exploró varias cuevas de distintas regiones españolas. En el Instituto Paleontológico de Sabadell le enseñaron un magnífico ejemplar de oso procedente de la sierra de Atapuerca. Ese espécimen, diferente a otros que ya había estudiado, despertó su inquietud y sus deseos por conocer ese lugar de la provincia de Burgos. Gracias al apoyo y consejos de los miembros del Grupo Espeleológico Edelweiss de Burgos supo de la existencia de rellenos fosilíferos en la Trinchera del Ferrocarril. Trino decidió pedir autorización para realizar una prospección y sondeo en esos lugares.

Junto con un pequeño equipo, Trino realizó trabajos de sondeo y excavación en los rellenos fosilíferos de Trinchera del Ferrocarril. Se centró en los niveles más bajos y antiguos de Gran Dolina, de donde supuestamente procedía el cráneo estudiado en Sabadell. También prospectó en el yacimiento de la Covacha de los Zarpazos, donde recogió un pequeño fragmento de mandíbula humana en los sedimentos erosionados del yacimiento. Ese resto pasó inadvertido durante varios años en el despacho de su director de tesis, el profesor Emiliano Aguirre. Mucho tiempo más tarde, dos discípulos de Aguirre, Antonio Rosas y uno de los autores de estas líneas, reconocieron que ese resto fósil podía ser muy antiguo y llevaron a cabo su estudio, que se publicó en la revista Journal of Human Evolution.

Entrando en Cueva Mayor

Asesorado y acompañado por miembros del grupo Edelweiss, Trino se decidió a entrar en el complejo de Cueva Mayor-Cueva del Silo. Este complejo tenía fama por una profunda sima, visitada por espeleólogos aficionados al menos desde principios del siglo XX. De ese lugar, conocido como la Sima de los Huesos, se habían extraído durante decenios centenares de restos fósiles de oso por los aventureros de las cuevas. Se sabía que estos huesos habían pertenecido a osos primitivos, aunque nadie era realmente consciente de su antigüedad. Trino y sus acompañantes extrajeron una cierta cantidad de sedimentos en petates de espeleología, con el objetivo de averiguar algo más sobre esos presuntos fósiles. Efectivamente, Trino pudo comprobar que aquellos fósiles pertenecían a una especie muy antigua, Ursus deningeri, que vivió en Europa durante el Pleistoceno Medio. Pero la sorpresa llegó cuando Trino comprobó que entre los restos de oso se encontraban las dos mitades de una mandíbula muy particular. Indudablemente era humana. Y a juzgar por su apariencia, podía ser muy antigua. Varios dientes y dos fragmentos de cráneo, completaban una pequeña colección sorprendente de diecisiete fósiles humanos.

Trino entregó esta colección al profesor Emiliano Aguirre, reputado paleontólogo, experto en elefantes fósiles pero también en evolución humana. Emiliano confirmó que se trataba de una mandíbula humana con rasgos arcaicos. Carecía de mentón y el cuerpo mandibular era muy robusto. Aunque los molares eran pequeños, su morfología era claramente diferente de la nuestra. Sus características eran muy similares a las de otras mandíbulas encontradas en Francia. Recordaban a las de la mandíbula de Montmaurin, recuperada en 1949, y a las de las mandíbulas encontradas pocos años antes en el yacimiento de la cueva de Arago, que se localiza cerca de la localidad de Tautavel, en el Rosellón francés.

El primer fósil humano de Atapuerca

La mandíbula de la Sima de los Huesos se conoce desde entonces con las siglas AT-1, primer fósil humano de la sierra de Atapuerca. Emiliano Aguirre realizó un estudio preliminar, en el que colaboró Trinidad de Torres, que se publicó en la revista española Zephirus. En ese estudio ya se reconocía que AT-1 y los demás restos humanos de la Sima de los Huesos eran los fósiles humanos más antiguos recuperados hasta entonces en la península ibérica. Un estudio de anatomía comparada, publicado por Emiliano Aguirre y la investigadora francesa Marie Antoinette de Lumley, en la revista británica Journal of Human Evolution, confirmó las conclusiones previas.

Durante muchos años, la mandíbula AT-1 y otros muchos fósiles humanos que se extrajeron años más tarde de la Sima de los Huesos, recibieron el apelativo de “anteneadertales”, porque su morfología recordaba en muchos aspectos a la de los neandertales del Pleistoceno Superior. Años más tarde, AT-1 y toda la inmensa colección de restos humanos recuperada en la Sima de los Huesos se incluyeron en la especie Homo heidelbergensis, cuyo holotipo (representante tipo de la especie) es una mandíbula recuperada en 1907 entre las arenas del río Neckar, en Alemania. La antigüedad de los restos de la Sima de los Huesos ha sido siempre un quebradero de cabeza. Los diferentes métodos empleados ofrecían resultados dispares en una horquilla de tiempo de entre 200.000 y 600.000 años. Pero en 2014 varios expertos en geocronología fueron capaces de estimar una cifra muy coherente con el contexto del yacimiento. La colección de cerca de 7.000 restos de la Sima de los Huesos tiene una antigüedad de unos 430.000 años y, por lo tanto, los humanos cuyos huesos se siguen encontrando en ese lugar vivieron hacia la mitad de ese período geológico que conocemos como el Pleistoceno Medio (773.000-120.000 años).

En la actualidad, los expertos debaten sobre la posibilidad de que estos fósiles humanos puedan atribuirse a una nueva especie del género Homo. Este debate pertenece ya a la próxima década y es muy probable que esté resuelto cuando se celebren 50 años del inicio del proyecto, que comenzó con el hallazgo de la mítica mandíbula AT-1.

José María Bermúdez de Castro & Eudald Carbonell Roura