¿QUÉ NOS DICEN LOS DIENTES?


Las células encargadas de formar el esmalte (ameloblastos) y la dentina (odontoblastos) segregan una serie de sustancias orgánicas que terminan por mineralizarse. El esmalte y la dentina son los tejidos más duros y resistentes del cuerpo, facilitando la conservación de los dientes tras la muerte de los seres vivos. Es por ello que estas piezas resultan fundamentales en el campo de la Paleoantropología, un ámbito científico en el que los fósiles son fundamentales, pero muy escasos. Por muchas razones, los dientes pueden considerarse como la “caja negra” del organismo. En ellos quedan reflejados muchos de los acontecimientos por los que atravesamos durante nuestra vida. Por ejemplo, la forma de los dientes nos permite inferir el tipo de dieta y el ambiente en el que una especie se desarrolla. Simplificando, podríamos decir que cada especie posee dientes con un tamaño y una forma característicos, lo que resulta muy útil a la hora de reconocer y clasificar especies (taxonomía) y establecer sus relaciones de parentesco (filogenia). Las especies más antiguas de la genealogía humana tenían dientes grandes, con raíces fuertes y robustas y una topografía de la corona generalmente muy compleja.

A lo largo de la evolución humana se ha producido una simplificación de esa topografía, y las raíces han disminuido de tamaño y robustez. En nuestra especie, Homo sapiens, los dientes son más pequeños y sus raíces están ancladas en un maxilar y una mandíbula también más reducidos con respecto a los de nuestros antecesores. Nuestra dieta es muy blanda y ya no necesitamos un aparato masticador tan potente.

Los dientes revelan la edad

A través del estudio de la dentición también podemos estimar la edad de la muerte de un individuo. Puesto que los dientes se forman y despuntan en las encías a edades determinadas, esta edad puede determinarse en niños, jóvenes y adolescentes, cuando los dientes están en pleno desarrollo. La falta de espacio y la malnutrición condicionan la correcta formación de los dientes y su erupción. También es importante saber que el tiempo de formación de las coronas y de las raíces, así como el proceso de erupción de los dientes, ha cambiado durante la evolución humana. En las especies más antiguas de nuestro linaje, esos eventos eran muy similares a los de los simios antropoideos, chimpancés, gorilas y orangutanes. El desgaste de los dientes es muy variable y depende del tipo de dieta. Es por ello que resulta muy difícil averiguar la edad de la muerte de los adultos simplemente examinando el desgaste de las coronas de sus dientes. Cada población tiene su propia velocidad de desgaste, en función de la dureza y consistencia de los alimentos.

Por otra parte y puesto que el esmalte y la dentina crecen de manera discontinua y circadiana (crecimiento diario), podemos conocer el tiempo que ha tardado en formarse un diente. Los ameloblastos y los odontoblastos realizan su función secretora solo durante una parte de la jornada, al que sigue un tiempo de descanso. Además, aproximadamente cada siete o nueve días todo el proceso de secreción se detiene, sin que nadie sepa por el momento las causas. Estos eventos generan una serie de estrías microscópicas en el diente que se pueden contar. Así, podemos averiguar con mucha precisión el número de días que la corona y la raíz de un diente han necesitado para completar su formación. Gracias a ello, en estudios forenses se puede determinar la edad de la muerte con un margen de error muy pequeño.

Los dientes hablan de la calidad de vida

En periodos de malnutrición y enfermedad, el proceso de formación del esmalte y la dentina se detiene, dejando unas cicatrices muy visibles. Es una manera de averiguar la calidad de vida y las posibles enfermedades sufridas por los niños durante su crecimiento y desarrollo. Estos conocimientos pueden aplicarse a las especies humanas del pasado, averiguando así muchos aspectos del crecimiento, el desarrollo y la calidad de vida de nuestros ancestros. Y puesto que existe una cierta correlación entre el crecimiento y desarrollo de los dientes y el resto del organismo, también podemos inferir algunas cuestiones como la duración de la lactancia, o averiguar si las especies pretéritas tenían o no un período de adolescencia como el nuestro. Es por ello que en el Equipo de Investigación de Atapuerca se llevan a cabo importantes y novedosos estudios relacionados con la dentición de homininos del Plioceno y del Pleistoceno.

Marina Martínez de Pinillos González
Investigadora postdoctoral de la Fundación Atapuerca

Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana