Noviembre 2018
El estudio del ADN antiguo de un fósil de la cueva de Denisova revela una primera generación de descendientes neandertales-denisovanos
Si hay una disciplina que no para de asombrarnos por la información que aporta y por la velocidad de los avances tecnológicos, esa es sin duda la biología molecular. Hasta ahora, se han podido alcanzar diferentes hitos en el estudio de ADN humano antiguo que han revolucionado el campo de la evolución humana: primero llegó la secuenciación del genoma de una especie extinguida, los neandertales, que permitió obtener mucha información sobre su biología. El segundo hito fue la atestiguación de que contenemos genes neandertales y, por tanto, hubo mezcla entre neandertales y cromañones. Por otro lado, el estudio de ADN de fósiles ha permitido conocer que, en el Pleistoceno superior, había una especie más habitando Eurasia de la que no teníamos conocimientos paleoantropológicos: los denisovanos. Esta población recibe ese nombre por haberse encontrado en la cueva rusa de Denisova. Por último, el mundo de la paleoantropología volvió a temblar al encontrarse en la Sima de los Huesos (Atapuerca) el ADN más antiguo (tanto mitocondrial como nuclear) jamás recuperado y preservado desde hace 430.000 años. Cuando pensábamos que ya no podríamos sorprendernos mucho más, ahora identifican un resto fósil que atestigua el cruce directo de dos especies humanas que se extinguieron hace miles de años. Los artífices de todos estos avances son los científicos del instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, localizado en Leipzig (Alemania). Entre los científicos que llevan a cabo estas investigaciones se encuentran Matthias Meyer y Svante Pääbo, colaboradores del proyecto de investigación de Atapuerca. El investigador Svante Pääbo, director del Instituto Max Planck, ha sido galardonado recientemente con el premio Princesa de Asturias de investigación científica y técnica 2018.
Los neandertales y los denisovanos son especies de homininos que se separaron genéticamente hace 390.000 años de antigüedad. Poco se sabe sobre la anatomía de los denisovanos, ya que apenas se han recuperado restos fósiles de entidad suficiente como para poder hacer estudios paleoantropológicos clásicos. No obstante, análisis genéticos han permitido diferenciar estos fósiles de las otras especies que habitaron Eurasia durante el Paleistoceno superior. Un nuevo estudio publicado en una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo, denominada Nature, presenta el genoma de Denisova 11, un fragmento de hueso localizado en la cueva de Denisova (Rusia) que, a pesar de no preservar caracteres anatómicos reconocibles, contenía en su interior una valiosa información genética para la evolución humana.
En la cueva de Denisova, los huesos se encuentran muy fracturados y, por tanto, es complicado identificar los fósiles con métodos antropológicos tradicionales. No obstante, los científicos, analizando las proteínas de los huesos, han podido separar aquellos fragmentos de hueso que correspondieron a animales de aquellos que eran indudablemente humanos. Este segundo grupo de huesos (entre los que se encontraba Denisova 11) fue entonces muestreado para averiguar si se preservaba ADN antiguo original. De nuevo, la fortuna se puso de parte de los científicos, y no solamente encontraron ADN antiguo. Lo extraordinario del hallazgo es que se ha podido demostrar que Denisova 11 corresponde a una joven cuya madre era neandertal y cuyo padre era denisovano, es decir, correspondería a una primera generación de mezcla entre dos especies humanas diferentes.
El padre, cuyo genoma tiene vestigios de ascendencia neandertal, provenía de una población relacionada con un denisovano. La madre descendía de una población más íntimamente relacionada con los neandertales que vivieron posteriormente en Europa. Esto sugiere a los investigadores que las migraciones de neandertales entre Eurasia oriental y occidental ocurrieron hace unos 120.000 años. Estudios anteriores de ADN sobre otros fragmentos fósiles procedentes de la cueva ya apuntaban a distintos episodios de apareamiento entre neandertales y denisovanos. Pero este nuevo estudio ha revelado lo que parece ser el primer caso identificado de una descendiente directa de ambas especies. El hallazgo por tanto de una primera generación de descendientes neandertales-denisovanos sugiere que el cruce entre diferentes especies humanas durante el Pleistoceno superior era una práctica más común de lo que se esperaba.
Actualmente ya no es posible volver a mezclarnos con otra especie humana, ya que nos encontramos solos desde hace 30.000 años. No obstante, en nuestra sangre llevamos aún vestigios genéticos de esas humanidades que habitaron nuestras montañas, nuestros valles y nuestras estepas. Ya nunca seguirán extintas, las llevamos con nosotros cuando miramos sus mismas estrellas.
Referencia: Slon, V., et al., 2018. The genome of the offspring of a Neanderthal mother and a Denisovan father. Nature 561, 113-116. DOI: http://doi.org/10.1038/s41586-018-0455-x