1976-2016. 40 años de fósiles y una relación ejemplar


Este año se cumplen 40 años del descubrimiento en 1976 del primer fósil humano de Atapuerca, en la Sima de los Huesos: la mandíbula AT-1. AT hace referencia a Atapuerca y es la sigla que reciben los restos humanos recuperados en la Sima de los Huesos. Ni los más optimistas podían imaginar entonces el extraordinario tesoro científico que escondía la sierra de Atapuerca, un lugar único en Eurasia para conocer la fascinante historia de la humanidad. ¡Solo en la Sima ya vamos por la sigla AT-6700! En estas décadas, los descubrimientos en Atapuerca, tanto en el campo como en el laboratorio, han demostrado que Europa fue poblada por primera vez en un tiempo mucho más remoto de lo que se pensaba, y han esclarecido el árbol de la evolución humana durante el último millón de años, incluyendo el descubrimiento de una especie nueva en la genealogía humana. También han permitido conocer aspectos fundamentales de la evolución del comportamiento humano, como la evolución tecnológica, las estrategias de aprovechamiento de los recursos, el lenguaje, la cultura de la muerte, y la violencia interpersonal. Además, su riqueza en restos de fauna nos está permitiendo conocer de una manera cada vez más precisa la evolución de los ecosistemas y la variación de los climas en ese dilatado lapso temporal. Al compás de estos descubrimientos, se han inventado y desarrollado nuevas técnicas y métodos de investigación y se ha formado el mayor equipo de científicos del mundo en el campo de la Prehistoria, que constituye la vanguardia de esta disciplina.

Sin duda, hay muchas cosas que celebrar en este aniversario. Y entre los aspectos más destacables hay uno que es especialmente ejemplar: la complicidad, colaboración e ilusión compartida entre las instituciones, la sociedad civil y el equipo de científicos, que han dado lugar a lo que ya se conoce como el Modelo Atapuerca, que va mucho más allá de la importancia científica de los descubrimientos y constituye un referente único en el panorama de la socialización del conocimiento.

Si ha habido una idea compartida desde el principio por todo el Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA) es que su trabajo debe estar al servicio de la sociedad que sostiene la investigación. En esa línea, la vocación de difusión de los descubrimientos ha llevado al EIA a realizar un importante esfuerzo para transmitir la importancia y significado de los mismos. Se han realizado centenares de actividades de divulgación en todo tipo de escenarios, desde colegios e institutos hasta universidades, asociaciones culturales, casas de la cultura, ateneos, asociaciones de vecinos, ayuntamientos… En esta línea, el EIA siempre ha prestado todo su apoyo a aquellas iniciativas de socialización del conocimiento para las que ha sido requerido por las instituciones de Castilla y León, y de la ciudad de Burgos.

Tanto la Junta de Castilla y León, y los ayuntamientos de Burgos, Atapuerca e Ibeas de Juarros, como la Universidad de Burgos, entendieron rápidamente que los yacimientos de Atapuerca constituían una ocasión inmejorable para promover el progreso económico y cultural de la región. Para ello, se desarrolló una estrategia articulada sobre tres pilares fundamentales: la investigación, la socialización del conocimiento y la enseñanza universitaria. Los frutos de esta planificación son el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, el Museo de la Evolución Humana (que junto con los centros en Atapuerca e Ibeas de Juarros componen el Sistema Atapuerca), y la creación del máster y de la Escuela de Doctorado de la Universidad de Burgos, especializados en evolución humana. Todo ello ha convertido a Burgos en la ciudad del mundo más implicada -y mejor dotada- en el conocimiento de la evolución humana, una seña de identidad que la ciudad ha asumido con legítimo orgullo y que repercute de manera muy positiva en la economía de la región.

La sociedad civil también ha estado en primera línea en esta aventura. Algunas de las principales empresas de la región promovieron el nacimiento de la Fundación Atapuerca, y con sus aportaciones se financian año tras año numerosas becas que sostienen la investigación de los jóvenes científicos del EIA y garantizan el futuro del Proyecto. La Fundación contribuye también decisivamente al soporte de las excavaciones y articula un importante programa de difusión del conocimiento. Un ejemplo es la relación entre el EIA y la asociación ASPANIAS de Burgos, cuyos integrantes colaboran en el triado e identificación de fósiles de microfauna de los yacimientos. Sin olvidar el cariño y apoyo que recibe el EIA de los vecinos de Atapuerca e Ibeas de Juarros, a título particular y a través de la asociación ACAHIA.

El descubrimiento del primer fósil humano en Atapuerca fue un golpe de azar pero las consecuencias, cuatro décadas después, son fruto del trabajo serio, constante y paciente del EIA, y también de la ilusión, la generosidad y la altura de miras de toda la sociedad. El Modelo Atapuerca es ya un ejemplo que inspira nuevas iniciativas en otras partes. Podemos estar orgullosos.