Mtoto, el niño honrado


Hace 78.000 años de antigüedad un grupo de humanos de nuestra propia especie (Homo sapiens) depositaba el cuerpo de un niño de dos años y medio en una fosa excavada del suelo de la cueva de Panga ya Saidi (Kenia). Colocaron el cuerpo en posición fetal sobre su lado derecho, apoyaron su cabeza sobre una almohada natural y lo cubrieron con algún tipo de material perecedero a modo de sudario. Es fácil imaginar las implicaciones simbólicas y emocionales de aquellas personas que decidieron arropar con tierra el cuerpo sin vida del pequeño Mtoto (Mtoto significa niño en suajili).

Aunque puede parecer que los ritos funerarios han acompañado al ser humano desde siempre, las evidencias arqueológicas de estas prácticas son, en gran parte del registro fósil, muy complejas de rastrear. El debate sobre el origen del comportamiento funerario ha estado marcado por los defensores y detractores de especies “sepultureras” y especies carentes de capacidades cognitivas necesarias para desarrollar ritos funerarios (incluyendo enterramientos entre otras manifestaciones). En este sentido, el debate se ha centrado en si nuestros parientes los neandertales (o incluso entre sus antepasados de Atapuerca) tenían o no cultura de la muerte, dando por hecho que Homo sapiens sí ha practicado ritos funerarios desde sus orígenes. Sin embargo, Mtoto representa actualmente el caso más antiguo conocido de enterramiento en nuestra especie, en todo el registro fósil.

La cuna de Homo sapiens se encuentra en el continente africano, cuyas raíces se remontan a hace 300.000 años de antigüedad según los hallazgos de Jebel Irhoud (Marruecos). Existen fósiles de Homo sapiens en las riberas del río Omo-Kibish, en Etiopía con una antigüedad de alrededor de 195.000 años. También se han recuperado fósiles en Herto (Etiopía, 160.000 años), Singa (Sudán, 150.000 años), Mumba (Tanzania, 130.000 años) y en Klasies River Mouth (Sudáfrica, 120.000 años). Sin embargo, no se han hallado evidencias arqueológicas sobre comportamiento funerario en estos pioneros de nuestra especie.

En esas cronologías, los neandertales poblaban Eurasia y, aunque sigue siendo discutido por un reducido número de investigadores, estos “primos evolutivos” de Homo sapiens sí practicaban enterramientos, al menos desde hace 120.000 años tal y como se ha propuesto, por ejemplo, para Tabun en Israel. Esta práctica se repitió en los siguientes milenios en diferentes puntos de Eurasia tales como Amud y Kebara también en Israel, Shanidar en Irak, La Ferrassie y La Chapelle-aux-Saints en Francia, entre otros. Además, hallazgos como los de Es Skhul o Qafzeh sugieren que los Homo sapiens arcaicos que habitaban lo que hoy en día es Israel, y que coexistieron con los neandertales, también enterraban a sus muertos.

Volviendo a África, existen dos candidatos como posibles enterramientos de Homo sapiens (aparte de Mtoto): un individuo en el yacimiento de Taramsa en Egipto (alrededor de 69.000 años) y otro en Border Cave, Sudáfrica (70.000 años). No deja de sorprender que estos casos son individuos que no han alcanzado la edad adulta. Mtoto, tal y como han publicado miembros del EIA recientemente en la revista Nature, es considerado el enterramiento de Homo sapiens más antiguo, no solo por su cronología más temprana (78.000 años), sino porque las características del esqueleto y la fosa donde se encontró, cuentan con datos inequívocos que apoyan un enterramiento deliberado.

En este sentido, la evidencia arqueológica apunta a que el comportamiento funerario no es una cuestión de “especies” sino que determinados individuos de diferentes especies humanas en algunos momentos y en ciertos lugares honraban a sus difuntos, enterrándolos o mediante otro tipo de manifestaciones funerarias más difíciles de rastrear en el registro fósil. De hecho, Homo sapiens llevaba habitando el planeta miles de años antes de Mtoto. Lo que parece claro es que este tipo de comportamiento no es exclusivo de nuestra especie, sino que diferentes humanidades en algún momento han actuado de manera similar ante el abismo que supone la muerte de nuestros seres queridos. ¿El comportamiento funerario ha aparecido en diferentes humanidades de manera independiente e inexorable?, o ¿se ha trasmitido culturalmente entre unas especies a otras? Muchas de estas preguntas podrán ser exploradas conforme vayan apareciendo nuevos restos aún por descubrir y, re-estudiando algunos de los fósiles que ya se conocen. El futuro es prometedor.

Mtoto nos ha enseñado que el dolor profundo que se siente ante la muerte de un niño, ha trascendido al registro fósil y, ha llegado hasta nuestros días de manera nítida. 78.000 años después, constatamos que no sólo sus huesos han fosilizado sino también el rito de despedida de quienes le honraron. Investigadores del EIA han ido leyendo capa por capa para contarnos su historia y la de quienes depositaron su cuerpo en una remota cueva, recordándonos que no hemos cambiado tanto después de todo.