Ayudas de investigación de la Fundación Atapuerca


20 años no son nada

Hace 20 años llegué a Atapuerca con un contrato de la Fundación Atapuerca a través del INEM (Instituto Nacional de Empleo, que ahora se denomina Servicio Público de Empleo Estatal, SEPE). Pocos meses después, la Unesco declaraba Patrimonio de la Humanidad a los yacimientos de la Sierra. Recuerdo muy bien aquel día. Estuvimos trabajando en las antiguas escuelas del pueblo de Atapuerca, y por la tarde fuimos a celebrarlo a la antigua Facultad de Humanidades, al despacho (por llamar de alguna manera a esa pecera) que compartían José Miguel Carretero y Carlos Díez. ¿Quién me iba a decir a mí que 20 años después seguiría ligada a este proyecto? Hace tres años me pidieron escribir en este mismo periódico, y conté que fui a Burgos para trabajar solo durante 6 meses, pero me quedé 12 años. Me quedé en primer lugar por el trato humano. Me quedé por un proyecto. Me quedé por un futuro (aunque siempre incierto). No me arrepiento de la decisión que tomé. En todo este tiempo he conocido, vivido y trabajado con personas que se hicieron mi familia, mis amigos y grandes compañeros de viaje.

Veinte años después de que se declararan los yacimientos Patrimonio de la Humanidad hemos vivido un periodo diferente, el “maldito 2020”. Hemos perdido muchas cosas. Rebe (Rebeca García), la de veces que me he acordado de ti escuchando en mi mente el “quién me ha robado el mes de abril”. Nos robaron abril, mayo, junio… El verano nos dio un respiro para que algunos nos pudiéramos reencontrar en la campaña de excavación y trabajar en lo que nos gusta. Nos dio un respiro para estar codo con codo, de forma presencial. Se ha tratado de un año especial, en el que hemos abierto un yacimiento nuevo: Estatuas Exterior. Nuestro nuevo rincón con Juan Luis Arsuaga, Nacho Martínez, Mercedes Conde y Carlets Lorenzo, y que ha hecho que nos volvamos a juntar en una excavación Laura Rodríguez, Rebeca García y yo (otra vez la familia junta). Un yacimiento que seguro nos va a dar muchas sorpresas, aunque Atapuerca siempre da sorpresas. Un pequeño lugar en esta maravillosa sierra en el que hemos trabajado amigos y compañeros de diferentes yacimientos, instituciones y subproyectos, además de con la gran Raquel Pérez, la topo (topógrafa). Es una maravillosa experiencia volver a trabajar con ella. Nos hemos convertido en un equipo grande, en un yacimiento grande.

Pero llegó el otoño y perdimos ese respiro que pudimos disfrutar en verano.

Este año que acaba de terminar nos quitó cosas, sobre todo en el terreno personal, pero también nos ha aportado muchas otras. En ningún momento hemos dejado de trabajar en y para el proyecto. Ha sido un periodo en el que se ha sembrado y esperamos recoger la cosecha en 2021. Ha sido una etapa diferente, en la que las burocracias se han multiplicado (en algunos casos por diez), en la que se ha perdido el cara a cara con los alumnos. Se ha disipado el poder ir a congresos, viajes y reuniones de investigación, pero gracias a la tecnología este año hemos podido trabajar, y mucho (desde casa o desde el despacho), con investigadores que viven en París, Buenos Aires, Burgos o Alcalá de Henares, por citar algunas ciudades.

Durante estos dos años, y gracias a la ayuda a la investigación de la Fundación Ramón Areces a través de la Fundación Atapuerca, hemos seguido avanzando en las investigaciones que llevamos a cabo sobre evolución humana, como son los estudios de la morfología interna de los cráneos de los fósiles de Atapuerca, tanto de la Gran Dolina como de la Sima de los Huesos, principalmente de los senos frontales y maxilares. Hemos realizado una colaboración muy bonita con varios amigos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, (CENIEH) como son María Martinón-Torres, Laura Martín-Francés y Pilar Fernández Colón (maravillosas manos las de Pili). Gracias a la primera y también a Juan Luis Arsuaga (de la Universidad Complutense de Madrid), hemos comenzado una andadura nueva con osos, algo con lo que estoy muy ilusionada y esperamos que nos dé muchas alegrías en un futuro no muy lejano. He ayudado a mis amigos con algunas reconstrucciones virtuales para sus investigaciones. Y, cómo no, hemos seguido con las innumerables y tediosas burocracias a las que ya nos hemos acostumbrado y nos quitan tanto tiempo para hacer lo que realmente queremos hacer: investigar.

Hace 20 años fui a Burgos con un contrato de la Fundación Atapuerca, y 20 años después doy las gracias a esta entidad por apoyarme para seguir haciendo lo que me gusta. Quiero enviar un agradecimiento especial a las “chicas Fundación”, por esa humanidad, compañerismo y amistad que me habéis demostrado a lo largo de todo este tiempo.

Bienvenido 2021. Espero que nos traigas otra vez ese respiro que tanto necesitamos, y en el que podamos abrazarnos de nuevo, como dice la felicitación navideña de la Fundación Atapuerca, con ese maravilloso dibujo de nuestra gran “peque” María de la Fuente.