El legado


La importancia científica de Emiliano Aguirre en el pasado y el futuro del Proyecto Atapuerca

Describir la trayectoria científica y la personalidad de Emiliano Aguirre, y ponderar su importancia para lo que hoy conocemos como el Proyecto Atapuerca es algo que rebasa las posibilidades de estas líneas. Por eso, hemos dedicado en las páginas interiores un amplio monográfico sobre su figura a cargo de algunas de las personas que le conocieron bien. No obstante, más allá de los aspectos concretos de su personalidad y de su trayectoria profesional, hay aspectos en la vida de Emiliano Aguirre que representan una herencia cuya importancia trasciende el merecido homenaje que hoy podamos hacer a su persona. En ese sentido, merece la pena preguntarse cuál es el auténtico legado de Emiliano Aguirre, qué es lo que debemos aprender de su obra que nos ayude a construir el futuro del Proyecto Atapuerca.

Pero empecemos por el principio, ¿quién fue, en el plano científico, Emiliano Aguirre? Aguirre perteneció a una generación “perdida” de la ciencia española. Le tocó vivir un momento de atraso y aislamiento, fruto de la tragedia de la Guerra Civil y de la posterior posguerra que asolaron la ciencia de nuestro país. En las décadas en las que desarrolló la mayor parte de su carrera científica, las de los años sesenta y los setenta, España era un país subdesarrollado científicamente, prácticamente apartado de la comunidad científica internacional y en la que solo brillaban algunas figuras aisladas.

Una de esas figuras fue Aguirre, que pronto destacó en el campo de la Paleontología de Vertebrados por sus trabajos en un grupo especialmente difícil de estudiar: los elefantes. La familia Elephantidae incluye a los actuales elefantes asiáticos y africanos, así como a varias especies fósiles, de las que las más conocidas son las familiarmente llamadas “Mamuts”. De estos animales extintos se conocen sobre todo sus molares, cuya compleja morfología hacía muy difícil establecer su taxonomía y su historia evolutiva. Se trataba de una tarea en la que habían fracasado reputados especialistas, casi una misión digna de un moderno Hércules de la Paleontología. Y Aguirre fue ese Hércules. Trabajando en solitario, consiguió desvelar los secretos de la evolución de los elefantes y en 1969 publicó sus resultados en la prestigiosa revista Science, con un artículo que es histórico en el conjunto de la ciencia de nuestro país. Nunca antes un autor español había publicado en solitario en esa revista y ningún otro lo ha vuelto hacer desde entonces. La publicación de sus estudios le proporcionó un gran prestigio en la comunidad paleontológica internacional, lo que le abrió las puertas a conocer y colaborar con investigadores de primer nivel mundial como Clark Howell, Phillip Tobias o Louis Leakey. Estas colaboraciones permitieron a Aguirre formarse e investigar en un campo que siempre le había apasionado, el de la Paleoantropología.

De este modo, cuando Trinidad Torres le presentó la mandíbula humana que los espeleólogos del Grupo Edelweiss habían descubierto fortuitamente en una breve excavación en la Sima de los Huesos, realizada bajo la dirección de Torres en 1976, Aguirre estaba preparado para reconocer la importancia del hallazgo e inmediatamente concibió la idea de iniciar un ambicioso proyecto de excavaciones e investigación que abarcara, no solo la Sima de los Huesos, sino también a los yacimientos situados en la Trinchera del Ferrocarril. La idea era realmente atrevida puesto que tanto la Sima de los Huesos, por su difícil acceso, como los yacimientos de la Trinchera del Ferrocarril, por sus dimensiones y topología, son de muy difícil excavación y no existía entonces ningún precedente de intervención en lugares tan complicados. Haciendo uso de la experiencia y de los conocimientos que había adquirido trabajando con los más destacados prehistoriadores de la época, Aguirre fue capaz de armar un proyecto científico, que comenzó a dar sus primeros frutos en la primera mitad de los años ochenta. Y entre estos frutos estaban más de un centenar de nuevos fósiles humanos recuperados en la Sima de los Huesos durante las campañas de 1983 y 1984. Y entonces llegó el momento más importante de la trayectoria de Aguirre, en el que tomó la decisión más trascendental de su carrera y que resultó fundamental para el futuro del Proyecto Atapuerca.

En el otoño de 1984 Aguirre recibió la visita de distinguidos investigadores extranjeros que, a la vista de los nuevos fósiles humanos, le propusieron una amplia colaboración en la que los especialistas de su equipo estudiarían los fósiles humanos, así como otros aspectos de gran importancia, como eran la fauna fósil y el establecimiento de dataciones precisas para conocer la antigüedad de los fósiles. Tal como el propio Aguirre recordaba, los investigadores extranjeros le preguntaron: “¿hay especialistas en España que puedan estudiar con rigor estos fósiles?”, a lo que él respondió: “si ahora no los hay, sin duda pronto los habrá”. Al tomar la decisión de reservar el estudio de los fósiles humanos a los jóvenes investigadores de su equipo, aún al precio de retrasar las investigaciones mientras que esos jóvenes investigadores completaban su formación, Aguirre sentó las bases de lo que unos años después sería el Proyecto Atapuerca. Aguirre podía haber cedido a la tentación de obtener resultados rápidos que habrían aumentado considerablemente su prestigio internacional, pero prefirió sacrificar su interés personal para dar la oportunidad de que se formara una primera hornada de paleoantropólogos en nuestro país. Si hubiera cedido los fósiles para que fueran estudiados por aquellos prestigiosos especialistas, nunca se habría formado en nuestro país la primera generación de paleoantropólogos y, seguramente, el Proyecto Atapuerca no existiría tal como lo conocemos.

Pero Aguirre fue más allá de ofrecer el estudio de los fósiles a sus jóvenes discípulos. Durante los siguientes años les apoyó en sus investigaciones, les alentó a concebir objetivos ambiciosos y, sobre todo, les dejó crecer profesionalmente. Y así, cuando se jubiló en 1990, apenas seis años después de su crucial decisión, ya había formado un sólido equipo, liderado por sus tres discípulos más aventajados, que pudo recoger con solvencia su testigo.

La nueva dirección del Proyecto Atapuerca se mantuvo fiel a esos dos principios de Aguirre. Por una parte, que los fósiles y los registros arqueológicos y paleontológicos de la sierra de Atapuerca sirvieran, en primer lugar, para promover el desarrollo de las ciencias prehistóricas en nuestro país. Por otro lado, la visión de una dirección dedicada a apoyar y promover a los jóvenes investigadores. A ello, los nuevos directores añadieron un tercer principio: abrir el Proyecto Atapuerca a la comunidad científica internacional, a medida que el crecimiento de sus especialistas permitiera establecer auténticas relaciones de cooperación, en situación de igualdad de formación y conocimientos. Y así, sobre el legado profesional de Aguirre, recogido y ampliado por los tres directores actuales, el Proyecto Atapuerca ha llegado a ser el mayor proyecto en Evolución Humana, en sentido amplio, del planeta. No hay ningún otro equipo científico más numeroso, mejor preparado, o que reúna a un mayor número de instituciones científicas de más países.

Pero esta reflexión sobre la importancia del legado de Aguirre quedaría incompleta si no incluyéramos un aspecto en el que él también fue pionero y que fue ampliamente desarrollado por sus sucesores: el impacto social del Proyecto. Cuando los investigadores y las autoridades académicas y políticas que no conocen Atapuerca visitan los yacimientos, y toman conciencia de la magnitud del Proyecto, hay un aspecto que les sorprende tanto, y a veces más, que la trascendencia científica de los yacimientos y de las investigaciones. Se trata del extraordinario arraigo social del Proyecto Atapuerca en la sociedad burgalesa, encarnado en la Fundación Atapuerca y en el denominado Sistema Atapuerca. En efecto, no hay ningún otro lugar en el mundo en el que exista tal complicidad entre los científicos y la sociedad civil. En ninguna otra parte se ha construido un museo como el Museo de la Evolución Humana, ni un centro de investigación del calado del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), ni tampoco ninguna universidad ha hecho un esfuerzo como la Universidad de Burgos para incluir en sus enseñanzas de Grado, Posgrado y Doctorado las investigaciones de un equipo científico. La trascendencia de los yacimientos de Atapuerca constituye hoy en día una relevante fuente de ingresos para el Alfoz de Burgos, pero también es un importante motivo de orgullo y de autoestima para todos los burgaleses, los castellano-leoneses y los españoles.

Atapuerca es hoy sinónimo de trabajo bien hecho a todos los niveles, desde el científico hasta el académico y el institucional y lo hemos conseguido entre todos, trabajando juntos, triunfando y, a veces, fracasando juntos. Ahora nos toca seguir soñando juntos por el futuro, recordando todo lo que le debemos a un gran hombre, que nació a orillas del Atlántico, que vino a trabajar a nuestras tierras y que nos dejó un extraordinario legado. Por todo ello, te estamos profundamente agradecidos y nunca te olvidaremos… hasta siempre, Emiliano.