Emiliano Aguirre, el no especialista


Por Juan Luis Arsuaga / codirector del Proyecto Atapuerca y vicepresidente de la Fundación Atapuerca

Emiliano Aguirre fue un científico que hizo más grande la especialidad que practicaba, y que no fue otra que la paleontología. Dentro de esta lo que le más le interesó fue la paleontología de mamíferos del neógeno y del cuaternario. En este campo destacó primero en el estudio de los elefantes fósiles y luego en el de los homínidos.

Emiliano tenía una visión muy amplia de la paleontología, que el tiempo ha demostrado que era la correcta. Aunque vivió un tiempo en el que se imponía en todo el mundo la especialización científica más extrema, Emiliano fue siempre un verdadero naturalista, interesado por los aspectos geológicos de los yacimientos tanto como por los ecosistemas del presente y del pasado.

Se le criticaba a veces por ser “disperso”, por no centrarse en un solo tema, por saltar de uno a otro, cuando en realidad esa era su mayor virtud. Un repaso de las tesis que Emiliano dirigió, así como de sus publicaciones, habla bien a las claras de la pluralidad de sus intereses científicos. Era una delicia viajar con él, porque interpretaba el paisaje que se veía por la ventana del coche. De él se aprendía a mirar la naturaleza y a entenderla.

Pero además Emiliano era un hombre cultísimo, con una increíble formación humanista y artística, que podía hablar de cualquier tema con conocimiento… y un gran sentido del humor. No era pedante, era inteligente. Científicos así, tan cultos, qué poquitos ha habido.

Se ha dicho de la especie humana que es una especie generalista, no especializada, a diferencia de las otras, que se especializan en un nicho ecológico concreto. Pero en realidad sí somos especialistas. Especialistas en la no especialización. Y eso no es nada fácil. Emiliano era precisamente así, un especialista en la no especialización científica. Todo le interesaba, todo le apasionaba.