“Factor Emiliano” y su efecto humano


Por Eudald Carbonell / codirector de los yacimientos del Proyecto Atapuerca y vicepresidente de la Fundación Atapuerca

Pienso firmemente que la individualidad colectiva contribuye al incremento de sociabilidad. En “factor Emiliano” quiero poner de relieve mi relación con Emiliano Aguirre en el contexto de esta individualidad colectiva.

Conocí a Emiliano Aguirre en 1976 con motivo del congreso de Morella (Valencia). Este congreso tendría consecuencias estratégicas vitales para mí. Junto a Emiliano estaba Trinidad Torres, un joven responsable del descubrimiento de Atapuerca, que en aquellos momentos estaba llevando a cabo su tesis sobre úrsidos de la península ibérica. Llevaban en una caja la mandíbula de la Sima de los Huesos AT-1. Después de su intervención me dije para mí: “quiero trabajar en Atapuerca”. Estaba en el lugar adecuado, en el momento preciso. Ahora, después de 45 años, recuerdo perfectamente el encuentro, aquí empieza el primer factor Emiliano.

Más tarde, Emiliano me comentó que quería presentar un proyecto al Ministerio y que necesitaba arqueólogos jóvenes para estructurar un equipo de excavación y de investigación. Le comenté que me interesaba participar y me presenté como recién licenciado, pero con experiencia en el campo. Su contestación fue rápida: “si me dan el proyecto, te incorporas”; segundo factor Emiliano: generación de equipos de jóvenes para trabajo interdisciplinar.

El tercer factor Emiliano llega en el trabajo de campo. Me incorporo al proyecto en 1978 y hasta que se jubila en 1991 convivimos juntos con los demás colegas del Equipo de Investigación Atapuerca (EIA). Se hace realidad la construcción del equipo.

A inicios de los 80 consigo un contrato del Ministerio, el primero de mi carrera profesional, gracias a Emiliano. Nos encontramos en el cuarto factor Emiliano, ayudar al equipo y a su promoción.

Las excavaciones no son solo un lugar de aprendizaje de trabajo de campo, sino que constituyen un lugar de relaciones y crecimiento intelectual. Emerge el quinto factor: la erudición.

Las comidas en el restaurante de “Los Claveles”, en Ibeas de Juarros, regentado por Sole ?que nos cuidaba en momentos difíciles?, se transformaban en un ágora de primer nivel. Aquí surge el sexto factor Emiliano: su dimensión filosófica e intelectual.

En el marco de nuestra relación profesional surge el interés común por la proyección social de la ciencia, su comunicación y socialización. Este, probablemente, es el séptimo factor Emiliano, su visión de futuro respecto a la promoción de la evolución humana.

En 1985 leo mi tesis doctoral en el Instituto de Paleontología Humana de París y Emiliano está en el tribunal. Una frase que siempre repite el maestro cuando se encuentra con una idea o con registro paleontológico: “Aquí hay tesis”. Aunque mi tesis no fue sobre Atapuerca, la hice en el marco cultural y social de este proyecto y dirigida por el investigador francés Henry de Lumley. Probablemente este sea el octavo factor Emiliano: los tribunales de Tesis y actos académicos, que con tanto aplomo y acierto presidía.

Aunque, a diferencia de Juan Luis Arsuaga y de José María Bermúdez de Castro, Emiliano no me dio clases, su vertiente pedagógica también era importante. A nivel académico fue catedrático en Zaragoza y Madrid.

Emiliano, viajero y experto en fósiles desde proboscidios a humanos. Recuerdo que en los años ochenta le pedí que me trajera de Nairobi los manuscritos de nuestro colega Gyn Issac y así lo hizo. Noveno factor Emiliano: dominio y conocimiento del registro paleontológico.

El décimo factor Emiliano era su personalidad y carisma. Su forma de abordar las situaciones y dirigir. Le recuerdo con el machete excavando y sentado reflexionando y escribiendo en el despacho del Museo de Ciencias Naturales de Madrid.

Ahora, que en la Fundación Atapuerca estamos con la memoria del sistema disponemos de su legado epistolar, el onceavo factor Emiliano: su prodigiosa memoria.

Los factores Emiliano nos han influido a todas y a todos, es por eso que Emiliano Aguirre estará siempre entre nosotros. La ley de Emiliano continúa vigente en la actualidad: “Ley de Emiliano, no fardarás en vano”.