Imaginad


Por Juan Luis Arsuaga / Catedrático de Paleontología de la UCM y director científico del MEH

Si podéis imaginar un mundo en el que no hay límites, en el que no hay categorías, os estaréis acercando “peligrosamente” al mundo de la prehistoria. Os invito ahora a que penetréis en él y viváis en ese mundo mientras visitáis Atapuerca y el Museo de la Evolución Humana de Burgos (MEH).

Imaginad un mundo en el que no hay fronteras entre todas las cosas que se mueven, en el que las nubes, el viento, la luna, el sol y las estrellas, el mar y los ríos, están tan vivos como los animales, porque al igual que ellos también son seres con voluntad.

Imaginad un mundo en el que lo quieto también está vivo, tanto las plantas como las rocas y las montañas, y están vivas porque cambian. Porque nunca las vemos iguales. Todo lo que se mueve o cambia está vivo.

Imaginad un mundo sin barreras entre lo espiritual y lo material, en el que hay fuerzas invisibles que animan todo lo que existe. Esas fuerzas crearon el mundo y lo mantienen en funcionamiento. Porque todo lo que existe tiene espíritu y por eso existe. Porque la naturaleza es sagrada.

Imaginad un mundo sin fronteras entre los animales y los humanos, unos y otros astutos, a veces buenos y amistosos, a veces malos y agresivos, pero cada especie con su propio carácter.

Imaginad que pertenecéis a un clan que tiene su tótem: el uro, el bisonte, el mamut, el lobo, el oso, la pantera, el león…, con el que os sentís vinculados por lazos de sangre, por razón de descendencia.

Imaginad que respetáis por igual a todas las criaturas, a las que os dan su carne y su piel y a las fieras que os amenazan. Porque ellas no os odian y vosotros tampoco las odiáis a ellas.

Imaginad que hay un orden en la tierra que no puede ser alterado, porque vosotros y vuestros hijos pagaríais por ello.

Imaginad un paisaje mítico en que cada piedra y cada árbol narran una historia de los tiempos de la creación del mundo. Recordad cómo vuestros padres os contaron esas historias y repetidlas a vuestras hijos, palabra por palabra.

Imaginad que honráis y respetáis a los ancianos, y os dejáis guiar por su sabiduría y su experiencia, que os ayuda y consuela en los momentos difíciles.

Imaginad que no hay diferencia entre la vigilia y el sueño, y que lo vivido por la noche es tan auténtico como lo vivido durante el día, como si fueran las dos caras de la misma realidad.

Y, por último, imaginad que los muertos están siempre entre nosotros, que no se han ido, que la tierra también les pertenece, que nos hablan y que les contestamos.

Si podéis imaginar todo esto, y sé que podéis porque sois humanos, entonces habréis vuelto a la prehistoria, a vuestro verdadero hogar. Bienvenidos a casa.

Que disfrutéis con la visita. Larga vida a Atapuerca.